domingo, 28 de junio de 2009

El Aleph

La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.

J.L.Borges

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me dio ganas de fumar

Anónimo dijo...

muy triste parráfo...aunque creo que Beatriz tiene ese basto universo para continuar el camino...soy moni